Palabras

La niebla lo abraza todo. Su suave humedad sabe a néctar. Soberana entre la multitud, que no existe, que desaparece como se evaden los sueños al alba, reposo.
Gris, verde. Verde, gris. Azul oscuro, casi negro. Colores tristes que me alegran el alma, que me dan la vida como besos de rocío.
Avanzo ausente envuelta en algodón, hacia el lago, que intuyo y no veo. La calidez del frío me empuja y sigo caminando. Azul oscuro casi negro; brillante opacidad que atrapa e ilumina como un candil mis pasos.
Majestuosa en su escondite la belleza me aguarda, paciente. No hay prisa. No tengo prisa. La orilla me recibe con su umbral de piedras, altivas, que recogen mis ligeros pies, ora uno, ora el otro, mientras mi alma asoma al país de las maravillas en forma de isla diminuta donde se pierde mi mirada fija en ninguna parte.
El ruido de algún animal cercano e inofensivo rompe mi silencio de multitudes, y me acompaña. Soy feliz. Soy libre.